Siempre estoy volviendo, cogiendo el avión de vuelta, corriendo por los pasillos de los aeropuertos por miedo a perder el avión que me devuelva a casa. En mis pesadillas despierto aprisionada por un cinturón de seguridad y el viaje es eterno y no hay nadie a mi lado a quien besar la frente o las manos malvas. He vivido en aeropuertos, en aviones, en mochilas pesadas; he vivido en el aire, en la nada. Me levanto de la cama y, apoyada todavía sobre el borde, intento sosegar la cabeza. Fijo una imagen en las retinas y, agarrada a ella, intento afrontar el día. Hoy -lo prometo- no necesitaré alas para volar. Y tampoco aspirinas. Con vivir ya tengo suficiente.
Welcome home.
Siempre estoy volviendo, cogiendo el avión de vuelta, corriendo por los pasillos de los aeropuertos por miedo a perder el avión que me devuelva a casa. En mis pesadillas despierto aprisionada por un cinturón de seguridad y el viaje es eterno y no hay nadie a mi lado a quien besar la frente o las manos malvas. He vivido en aeropuertos, en aviones, en mochilas pesadas; he vivido en el aire, en la nada. Me levanto de la cama y, apoyada todavía sobre el borde, intento sosegar la cabeza. Fijo una imagen en las retinas y, agarrada a ella, intento afrontar el día. Hoy -lo prometo- no necesitaré alas para volar. Y tampoco aspirinas. Con vivir ya tengo suficiente.
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8 comentarios:
Sainz de Oiza, arquitecto vinculado a Pollensa, en una maravillosa conferencia que dio en el Colegio de Arquitectos de Palma, dijo: La "casa" es el territorio que una persona transita en su quehacer cotidiano a lo largo del dia. La "cuna" es el espacio que esa persona abre o cierra con su llave. Desde el instante en el que, cerrando la puerta a su espalda, abandona la cuna, su subconsciente sueña con el momento de introducir la llave en la cerradura para volver a ella.
No puedo pintar el dedo de FB con palabras; pero ¡me gusta! El combate en tierra de nadie es jodido. Por ello buscamos ávidos la trinchera amiga, el terruño, la infancia que nos salve del destierro permanente. Está bien saberlo, y saber que, aunque la piel del cielo se estremezca -solidaria con nuestro afán- con el tiralíneas blanco de vuelos o exilios, también nos ofrenda un norte permanente y polar, justo para eso, para no perdernos.
la vida es una habitaciön, porque el amor es una habitaciön
Gracias, José María, creo que tienes razón... Siempre he sabido que buscaba una ranura donde introducir la llave, lo que no sabía era dónde la había dejado...
Hermosas metáforas.
Abrazo.
Me gusta mucho tu comentario, querido Samurai, me gusta que desde tus vuelos bajos seas capaz de recordarme que el norte existe, que no es un sueño y algún día hemos de volver...
Bridemos por el terruño y las manchas de sol sobre la piel que también deben ser nuestro hogar y parte del sueño.
Abrazo.
Tú también tienes extramuros... Bonito blog.
compruebo los vuestros, en esas páginas negras que saludan desde la otra punta del continente. gracias por pasarte, hasta pronto - espero.
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