Él me ama en vida. Él me ama en zorros. Él me ama en pétalos y no en rayas de cocaína. Él no baila enajenado o en éxtasis; él no espera en los supermercados de la noche a la conserva, al tetrabick, al tres por uno. Él no me ama a las seis de la mañana en las esquinas, él no ama el petróleo que arde en las pupilas. Él no me ama en carretera, él no conoce la intersección. Él no interroga mis axilas, él me cree fuerte. Él no me ama como los otros. Él me ama en vientre y me escribe, pero no como los otros. Su página es el verbo y escribe muy fuerte. Él me ama en nuez, me ama cada día, sin pasta de dientes ni profilácticos ni píldora. Él me ama en versos y en verbo, pero no como los otros, que amaron en la primera persona del condicional de indicativo y luego recitaron en préterito imperfecto del subjuntivo o en amenazas. Si tú me hubieras querido, ay, si tú me hubieses querido, y luego se fueron, todos se marcharon igual, tan fútiles y tan muertos y tan llenos de rencor. Él me ama en verbo, él me ama en vida. En presente de indicativo incondicional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario