El mundo se divide entre los que esperan eternamente en las colas de Ryanair y los que no.
Pero no, no les digáis nada, dejadlos que hagan cola como ovejitas blancas, dejadlos que sopesen sus maletas con una balanza imaginaria que sostienen esos bracitos taaaaaan frágiles: diez, y ahora son diez, y otra vez diez, pero ahora ya no estoy seguro de... ¿diez? Ni se os ocurra decirles nada: al acabar el vuelo volverán a ser los primeros en ponerse en pie. Y cuando les sonríais -porque lo haréis- deberéis ignorar esa mueca medio grotesca con la que os van a responder: no os ven. Sus ojos están cubiertos de una capa fina de tranquimacina y catarata y no os reconocen al pasar. Escondeos. Fingid que no sabéis que el mundo se divide en los que hacen cola y los que esperan, tranquilos, el final.
Y es que esto acaba de empezar.
Y es que esto acaba de empezar.
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