Hay mil razones para escribir (y desde luego muchas más para no hacerlo) pero sé que escribo para no meterme un tiro en la boca, o quizás porque no sabría meterme un tiro en la boca y ésta es mi única y cobarde manera de vivir. Quizás porque como dijo el poeta que dijo el narrador, porque sería mucho peor si no lo hiciese.
Frente a la luz blanquecina del ordenador me doy cuenta de que no quiero tus caricias, no me interesan tus orgasmos. Te he pedido de nuevo que me dejes sola esta noche pero no he tenido el valor de decirte que es para garabatear unos versos que me entusiasmarán esta noche y que mañana me dejarán indiferente. Lo reconozco, vuelvo a casa sola esta noche para embadurnarme de lodo. La escritura: mis aspirinas del exilio*.
(*verso de Andreu Vidal, algún día leído y nunca más encontrado)
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