yo la quise, y a veces ella también me quiso

           
La Vileta. Palma. Mallorca.
 
Me estremezco. La miro y está vacía. He habitado este lugar, he sido el aullido, un puñado de caricias; he sido nosotros. La miro y está vacía. Me marcho de nuevo; me miro al espejo y reconozco este cuarto en ella. Yo la quise y sé que a veces ella también me quiso. Está vacía y me estremezco. Apago la luz, cierro la puerta. Yo la quise. 

Nunca se me dieron bien las despedidas. 




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Nunca me he sentido cómoda confinada dentro de su verbo. Sus paredes son demasiado rígidas, son paredes ortopédicas que constriñen y no dejan respirar. Es un verbo que apenas nos atrevemos a conjugar porque sabemos que su existencia es algo deshonroso de lo que hay que desahcerse lo antes posible. Una patata caliente que nadie quiere tener entre las piernas. A veces yo menstrúo tu menstrúas el menstrúa. Y estamos tristes. Y qué. Como si tanta tristeza pudiera concentrarse en un sólo sustantivo. Los sustantivos terminados en "ción" están vetados a las mujeres. No se deble hablar de masturbación, ni de ovulación, ni de mentruación. Otro día hablaremos de "agresión". Pero de momento no te atrevas a conjugar los verbos vetados, no los toques, cuando se acerquen agárralos con pinzas y tíralos bien lejos. Sí, a veces estás triste. Y qué. A pocos nos importa. Métete en la cama lo antes posible y vuelve a taparte con las paredes ortopédicas de tu próxima ovulación. Y no se te ocurra hablar de ello. 



navidades en abril

Cámara Polaroid 600. Navidades en Abril. 2013.


Cámara Polaroid 600. Navidades en enero. 2014.

"he is home
and there's no christmas in february
no matter how much he saves"

 
Lou Reed, Christmas in February

lou reed dice 
que no hay navidades
en febrero
y de ser así,
yo me pregunto
cómo sobreviviré 
en la distancia
cuando se me acaben
las aspirinas
y el mundo 
me parezca
de nuevo
un lugar inhóspito
y gris, ¿acaso
sabré vivir
en la carcasa
vieja y triste
de una ballena 
que se encalla
en pleno fragor?




la mariposa de lu-yu en mi estómago


Cámara Polaroid 600. Palma, 2014

"In bed, asleep, I dream 
I am a butterfly."

Lu-Yu, "Leaving the Monastery Early in the Morning". 


la mariposa de mis sueños no es la misma que la mariposa de mi estómago. la mariposa de mi estómago está atrapada, revolotea de vez en cuando (sólo cuando yo la dejo) y siempre depende de otros que no son yo. la mariposa de mi estómago no me pertenece. 

en cambio,  la mariposa de mis sueños es etérea y vuela con las garzas. a veces me pertenece. yo le digo que no sé lo que son las garzas, pero ya está  demasiado lejos como para escucharme. la mariposa de mis sueños hace lo que quiere y nunca se queda demasiado tiempo sobre una misma roca. le divierten las carreras de orugas; observar de lejos el paseo de las hormigas con las carcasas de otros animales sobre sus hombros porque, por si no lo sabíais, las hormigas tienen hombros (y su paseo se parece mucho al paseo de los hombres con el cadáver de su hijo a cuestas por las callejuelas de Benarés). a la mariposa de mis sueños le gusta quedarse anclada una tarde de invierno en el exterior de una ventana mientras una familia ríe, habla, mastica. a la mariposa de mis sueños le gustaría quedarse siempre ahí, observando desde fuera el calor y las risas, hasta que una ráfaga de aire le obligue a emprender el vuelo de nuevo. a veces la vemos y la saludamos con la mano y entonces se va. la mariposa de mis sueños no es más que eso, un cálido sueño de invierno. 




basofobia: miedo a estarse quieto o a caer


AnnalisaMaríPegrum
Cámara Polaroid 600, La Vileta, Mallorca, 2013.

el ruido de la nevera por la noche es el rúnrún de la carretera en versión nana, la noche de las agujas que sacan sangre, la pintura que se desconcha en las casas y en el recubrimiento de los aviones, en mis sueños no hay baches, no hay trenes, no hay buses, no hay barcos, no hay aviones, no hay estrellas que refulgen en el suelo, no hay parís, no hay chapatis, no hay desconocidos que salvan las madrugadas, no hay orilla porque el ruido de la nevera por la noche es el rúnrún de la carretera en versión nana, porque ya no me arrullan los mosquitos y me pellizco los muslos pero no sangro, me pellizco los ojos y no sangro, estallo en la calma, soy una taquicardia lejana atrapada entre las sábanas, soy el zumbido de los motores y el pájaro descuartizado en la turbina del avión, la presión en las piernas de quien se queda quieto mucho tiempo, la trombosis de quien no sabe volar, el turista que no sabe quedarse quieto.

el ruido de la nevera por la noche es el rúnrún de la carretera en versión nana, el síndrome de la clase turista que ha dejado de volar. 


++ la tour ++


París, Polaroid 600. Diciembre 2012.

Sé que todo el mundo hace fotos
de la Torre Eiffel. Pero yo también he querido
hacer la mía. Para mí siempre es
nueva y hermosa. Me gusta mirarla
y pensar en todos los artistas y poetas
que la han visto construirse.
El golpe de amor que han sentido hacia ella.

Fui a fotografiarla cuando hacía mal
tiempo para que hubiera poca gente: 
tuve suerte ese día 
porque no había nadie a la vista. 
Sólo la torre y yo. 



Patti smith, "Land 250".
Publisher: Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris, 2008. 



diarios de parís (iii): rayuela

 



"Nous nous promenions sans nous chercher 
mais en sachant que nous nous promenions pour nous retrouver"

Julio Cortázar, "Marelle"





diarios de parís (ii): scintiller dans l'éclat, centellear en el resplandor


                                      

Al principio fue la palabra. En un sótano de París, 11ème arrondissement, parada Parmentiers. Las piedras envolviendo los cuerpos. Los estallidos de los versos en las bocas llenas, las historias escritas en las palmas de las manos y recitadas una última vez frente a un puñado de desconocidos. Sentirse libre frente los castillos de adjetivos olvidados, escuchar un verso de Nebraska que dice "la ausencia es una gran luz con la que iluminar la vida" y no temer el calor que sube desde las rodillas hasta explotar en la garganta. Scintiller dans l'éclat y sonreír. 

diarios de parís (i): el rojo, la vida, el color de sylvia plath

                                       

                                  

Hay pequeños rituales que no debieran perderse nunca. Alex Chico siempre dice que acaso las pequeñas cosas (y cuando dice eso yo imagino los pequeños rituales, los pequeños gestos, las pequeñas conincidencias o incluso las amistades pequeñas y efímeras) son las únicas cosas que valen la pena. Yo asiento en silencio y sonrío por dentro. Por eso, cuando voy a París me gusta acercarme a la librería Shakespeare and Co. que tan bien retrata Jordi Carrión en Librerías. Me gusta perderme entre sus salas, rebuscar entre los libros amontonados, hablar con extraños. Nunca me he ido sin un libro debajo del brazo. 

Hoy he comprado el libro que ha editado Frieda Hughes, la hija de Sylvia Path y Ted Hughes, cincuenta años después de su muerte. Al morir Sylvia, Ted reorganizó el libro que había escrito su mujer, cambiando el orden e incluso descartando alguno de los poemas que Sylvia consideraba parte del libro con la polémica intención de mejorar el poemario, llegando incluso a cambiar el título. El libro que Sylvia había decidido titular "Daddy" se convirtió, después de su muerte, en "Ariel". La disposición de Ted, que prescindió de algunos de los poemas que Sylvia había querido incluir en el libro y añadió varios poemas escritos durante sus últimas semanas de vida, contribuyeron a hacer del último poemario de Sylvia Plath una especie de legado de sus días más enfermos, sus momentos más angustiosos antes de quitarse la vida. Como si para entender su historia bastara con leer "Daddy" y "Lady Lazarus".

Así, muchos de nosotros hemos crecido con la idea de un libro que no se corresponde con el de la autora, sino con el de su marido, del que se estaba separando en ese momento y que intervino en el poemario con lo que el afirmaban ser las mejores intenciones, quién sabe si las mismas con las que intervino sus diarios, cuyos dos últimos años se encargó de destruir y que, para nosotros, se han perdido para siempre. 

La realidad es que nada de eso importa ahora. Ni para ella ni para nosotros. Estoy en París, la tengo entre las manos y estoy tumbada en una cama roja. Pienso leerla como ella quería que la leyesen. Porque Londres queda muy lejos ahora. Porque el rojo era su color favorito. Porque la tengo entre mis manos, y estoy en París, y nada de lo otro importa ahora.