crónica de una ilusión

lees australia, de jorge carrión, y a cada página te recorre un escalofrío. saboreas cada frase con detenimiento, releyendo párrafos enteros y subrayando -la emoción contenida- las mismas impresiones que sentiste, tú también, bajo los rascacielos de Buenos Aires, en los parques de Sydney, o al aprender sobre los wogs y los queenslanders y las eternas barbacoas australianas. recuerdas lentamente australia, como saboreándola, y en tu mente se suceden ballenas, koalas, canguros. recuerdas a tu amigo kevin, aborigen negro como la noche, ojos claros. recuerdas su sombrero de cowboy y sus promesas dulces como la miel: llevarte a caballo, marihuana en el desierto, un asado. bajo el cielo estrellado te habló de doce hijos de madres diferentes, del amor y de la vida. a lo lejos, los ingleses bebían bebidas alcohólicas con pajitas celestes y gritaban. estábais en cairns, la gran barrera de coral refulgía a medianoche, y a ti te quedaba todavía un año entero de viajes, de personas cuyo nombre apenas volverías a recordar, no así las conversaciones, las cervezas, los ríos o la silueta de las montañas de madrugada. no así los innumerables cuartos en los que dormiste, noche tras noche, lejos de la ilusión del hogar y de los amigos... lees australia, de jorge carrión, y el estómago te burbujea de felicidad. entreves la mochila al lado de la puerta y presientes aventuras, amigos fugaces, alguna que otra noche desdichada pero sobre todo, la apabullante emoción de lo desconocido y del viaje. lees australia y sonríes. 


buda sobre el asfalto

-profe, profe, ¡me gustan tus zapatos nuevos! -dice un alumno chino a la entrada de la biblioteca. la profesora se sorprende de que su alumno se haya fijado en sus zapatos nuevos y sonríe  -¡gracias, zhi!- a lo que el joven responde, concentrado- es como eso del confucionismo, ¿no?- la profesora mira, extrañada, sus zapatos y se pregunta qué diantres tendrán que ver sus nuevas vans con confucio.- sí, profe, como el yingyang, ¿no?- la profesora mira sus zapatos anonadada y una sonrisa inmensa le cruza el rostro. -sí, zhi, lo de confucio... 

amour fou

As she so often did when we reached a climax,
she was crying softly to herself  
Diane di Prima. Memoirs of a Beatnik.

quiero hacerle el amor a un cuerpo que no existe. lamerle las heridas bajo un cielo rojo. yacer en la penumbra y observar el reflejo de nuestros sexos en las grietas de un espejo roto. mi cuerpo tiembla cuando pienso en hacerle el amor. pero él no existe. relampaguea el placer y mi vista se difumina. noto la lágrima de la que me hablaste y el lunar se anega. me acaricio la mejilla con los dedos mojados y te digo, te grito mientras desapareces, que quiero hacerle el amor a un cuerpo que no existe. que sólo a veces existe. 


las mayúsculas o

esos putos vagos signos inermes, gigantes de un lodo vacuo y perenne. no, porque n a d a vale la pena, tampoco esta amalgama de signos regurgitados. qué sabrán ellos de nosotros, de mis signos azules y tus exclamaciones doradas, qué sabrán ellos y qué coño importa: no quiero usarlas. a la mierda la rae y su pútrido aliento, la soberbia de saberse admirados por las proletarios de un abecedario inventado. por eso reciclo toneladas de tinta negra. no las necesito para que me echen de los foros. no, te digo, no y cien mil pequeños y minúsculos yo. que resuenan frente a sombreros de tinta más altos que un pino. no, te digo. y cien mil minúsculos no. 
                                                          .... ... .......... .. 

cómo hablar sin decir nada

dolor acuciante
horas intempestivas
inexorable paso del tiempo
cantidades ingentes
labios carnosos
placer inmenso
balbuceo incomprensible
gemido quejumbroso
amor imperecedero
profundo suspiro.

te quiero.

cómo hablar diciéndolo todo. 

poética.

No me interesan las relaciones entre colores, ni las formas, ni nada; sólo me interesa expresar las emociones humanas elementales… La gente que llora ante mis cuadros tiene la misma experiencia religiosa que tuve yo al pintarlos. Y si usted, como dice, solamente se conmueve con las relaciones entre colores, entonces no comprende absolutamente nada[1]


[1] Mark Rothko. Profecía y transformación, Fundación Caja de Pensiones, 1987, pág. 11


endevinalla silenciosa

ara que som dins
aquesta espiral de burilles
i sangoneres espesses
cerc amb ulls
                      que no són meus
l'estelada tremolosa
                                que em retorni
                                                          l'alè.


**ilustración de Jan Durina**