des petits morts quotidiens

-¿y por qué no esperas nada de los hombres?- pregunta él mientras mira, medio aburrido, el techo. - mi fe en el budismo me impide tener expectativas de los demás- responde ella, vistiéndose lentamente al borde de la cama -¿y no dice nada sobre tu conducta sexual?- en absoluto. el budismo dice que el sexo es bueno si contribuye al bienestar emocional o mental. en mi caso el sexo contribuye a mejorar mi economía, y por lo tanto, mi estabilidad mental, y en tu caso, sencillamente mejora tu bienestar emocional, ¿no crees?- él piensa unos instantes y sabe que le es imposible mentir. un inevitable suspiro brota de lo más profundo de su subconsciente. – por cierto, ¿te importa darme el dinero ahora? –él rebusca en los bolsillos del pantalón y le da un fajo de billetes. - aquí tienes- dice- de todas maneras, creo que ya va siendo hora de que me vaya.- se viste lentamente. ella enciende un cigarrillo y mira por la ventana del hotel, pensativa-– hank, no quiero que te tomes esto como algo personal, es algo que les pido a todos mis clientes… - dime- interrumpe él secamente. ella se gira y, con sus grandes ojos azules le dice- quiero que me digas algo que no le hayas dicho nunca a nadie.- él se anuda la corbata, se sienta en la cama, se ata los cordones de los zapatos y ella piensa que, una vez más, su pregunta no va a ser respondida. justo cuando está apagando el cigarrillo en el mugriento cenicero del hotel, hank le dice- ¿sabes? tienes un coño muy elegante. – al decir esto, se levanta y va hacia la puerta, cerrándola tras él. ella se sonríe y se tumba en la cama. mientras cuenta uno por uno los billetes, piensa que seguramente es lo más bonito que le han dicho esa semana. o ese año. o en toda su vida, quizás.



***Antoine d'Agata***

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