[...]

  ceci n’est pas 
une vie

vicios en las estanterías


No soy un hombre libre
según cualquier budista.

(Jorge Díaz, La piel de la memoria)

[...]

i am perpetually
missing someone
  
i am perpetually

missing somewhere
i am perpetually finding 
 
parts of myself
scattered in the past


[...]



Epílogo

Casi nada parecía real aquellos días

y, cuando lo hacía, apretábamos

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Slamming

Capítulo I 

Mi primer y único premio literario lo gané cuando tenía ocho años. Mi madre y yo paseábamos por la Vía Sindicato de Palma de Mallorca y nos detuvimos en una mesa que anunciaba un concurso de poemas. Era el día de la madre y había que escribir un poema sobre ellas. Qué fácil, pensé. Cogí el bolígrafo y vomité todas aquellas cosas que mi madre siempre nos decía: una madre lo daría todo por sus hijos, una madre daría la vida antes que ver sufrir a sus hijos, una madre bla bla bla. Al cabo de unos meses, nos llamaron para invitarnos a la entrega de premios. Cuando llegamos ahí no era difícil saber que había ganado algo puesto que solo había dos niños más. Aun recuerdo a mi madre gritándome a la oreja: You've won! You've won! y yo muerta de vergüenza porque era verdad,  solo quedaba el primer premio y los otros niños ya se habían ido. Salimos de ahí con una mountain-bike reluciente y nos fuimos a comer al Bar Triquet. Mi madre y el camarero no pararon de felicitarme y de hacer bromas y aquel día yo me sentí la reina del mundo. Con ocho añitos y una bicicleta que no utilizaría hasta diez años más tarde, volvimos a casa llenas de felicidad. Solo entontces nos dimos cuenta de que habíamos perdido el poema.
Casi veinte años más tarde, resulta que el bar Triquet ya no existe, así que sus maravillosas ensaladillas son tan solo un recuerdo del pasado. En su lugar hay una tienda de ropa y la música está tan alta que apenas se puede hablar. Cuando finalmente pude subirme a esa bicicleta tan grande y tan reluciente,  me la robaron en la Rambla del Raval unos meses más tarde. Así que si no fuera porque mi madre también vivió ese día conmigo, debería pensar que mi primer y único premio literario no fue más que una mala jugada de mi imaginación.

Capítulo II

El año pasado, después de participar en la segunda edición de la Slam de Palma de Mallorca, hablé con un poeta. Hablé con humildad de mis poemas (era la primera vez que leía en público y aun me moría de vergüenza) y le dije que los había cogido de un blog mío muy viejo que todavía me avergonzaba. Este poeta entendió que yo había plagiado mis poemas y así se lo dijo a todos cuantos estaban en el bar -excepto a mí- quedando como versión oficial que yo había admitido públicamente que plagiaba mis poemas. En fin, que yo no me enteré de nada de todo esto hasta que unos cuatro meses más tarde el rumor había alcanzado todos los patios traseros de Palma y un amigo me dijo:

-Pero anna-lisa, ¿cómo es que plagias tus poemas?

Resulta que en la isla los chismes tienen eco y en esos pocos meses el rumor se había extendido como la pólvora. Personas que juraban no saber nada y personas que ya juraban que yo misma se lo había confirmado. En la isla se empañan las paredes al hablar de los demás. Y no, no es la humedad.

Capítulo III

En la última edición de la Slam de Mallorca, decidí quedarme a gusto y escribí un ¿poema? muy tonto. Se lo dediqué a las personas que me acusaron de plagio el año pasado.


Capítulo IV:

Gané. Me voy a Barcelona el 26 de marzo al Festival Kosmópolis a representar a Mallorca en el Campeonato Nacional de Slam. 

Puto punto final. 



mar de dudas

losientotequierolosientotequierolosientote
 quierolosientotequierolosientotequiero 
losientotequierolosientotequierolosiento 
tequierolosientotequierolosientotequiero losientotequierolosientotequierolosiento tequierolosientotequierolosientotequiero
 losientotequierolosientotequierolosiento

sexo, amor, lujuria

La primera vez que te vi estabas tirado sobre el suelo del Borne. Tenías una mirada triste, desolada, como la que tienen los hombres borrachos que fuman solos en los bancos de madrugada. Reconocí en tus ojos la mirada de los que han amado mucho y despiertan cada día a solas y al instante te supe hermano, confidente y compañero -de la vida y de los desguaces por los que se disipa-. Te costaba levantarte y te ayudé, aunque el resto de la noche ya no supimos qué cuerpo cargaba con quién. Dimos tumbos por las calles más antiguas y nos escondimos de las farolas malas que cuentan chismes a los que pasan. Bailamos pegados por las callejuelas  grises y hablamos de cicatrices de tinta negra que nunca palidecen. Se hizo de día y nos arrastramos a duras penas entre las arterias, buscando un taxi iluminado como quien busca  calor entre las piernas del otro al amanecer. Dentro del taxi te coloqué sobre mi chaqueta para amortiguarte el viaje. Cerraste los ojos y te alejaste hacia antiguas cartas de amor y poemas tristes y mientras soñabas con palabras de otros yo te acaricié las aristas. El taxista no paraba de reírse:  para qué, chica, eres muy joven para él, no tienes por qué, los hay mil veces mejores.  Al llegar a casa te envolví con mi chaqueta y te agarré con el mismo cuidado con que agarran las madres a los niños que duermen. Con los pasos  lentos de quienes se han deshidratado con whisky, nos alejamos de un taxista que todavía reía. Entramos en casa de puntillas y nos desplomamos sobre la cama, agotados. Mientras te abrazaba, la voz de un taxista enfurecido tronaba en mi cabeza: te arrepentirás mañana, siempre haces lo mismo y te los llevas a casa, espera a que se te pase el alcohol y verás mañana cómo te sientes. Pero a la mañana siguiente, cuando desperté, algo entumecida por el alcohol y por la fiesta todavía, sonreí: siempre me gustaron viejos.

 

cheers!

hay lugares, como en cheers, donde todos conocen tu nombre y te reconocen la resaca incluso antes de que abras la boca. a veces tomas tantas aspirinas que te olvidas de que hay lugares
where everybody knows your name...


collages

mi vida es un gran collage de hombres a los que he amado. también ellos me amaron a veces y juntos tatuamos versos con tinta invisible que decían cosas como
  (                                                                              ).
de todo aquello solo quedan hoy en día las líneas azules que servían de guía y cubrían los brazos conduciendo el sueño a un sitio menos triste, un regazo, tal vez, o un pecho mudo y caliente. mi vida es un collage de esos hombres y los cuartos donde amamos, un collage 
de poemas 
de imágenes de niños en países distantes 
de posos de café que permanecen al fondo del vaso 
de los árboles que he abrazado
de besos ajenos
de los rezos y plegarias de aquellos que creen en algo
de las esquelas de amigos
de despedidas en hoteles aciagos
de los libros que regalo
y los que me has regalado. 

la vida como concatenación, superposición, collage con que rellenamos los días y el silencio. 

 he añadido a hannah miet al collage de mi cocina. al de estabanlocos. y al de mi vida. 



[...]

  i am
still alive

ladies and gentlemen put you seat belts back on please.

hay veces en que uno no acaba de aterrizar del todo, sobre todo en los meses sombríos cuando las palabras se quedan en el aire y hay que volver a buscarlas entre las alas de pájaros blancos que balbucean extraños y ladean la cabeza cuando ven un pájaro -más blanco todavía, más grande todavía- se acerca y no sonríe. hay veces en que las palabras permanecen envueltas de un halo de exilio y hay que buscarlas -o eso dicen- en las pisadas que dejan los corzos sobre la nieve, o en la melodía triste y silenciosa del grifo nocturno que gotea y grita. hay veces en que no está mal bailar solo. siempre se puede levantar el teléfono y decir a las voces del pasado: estoy en casa, pasad mañana. guardo palabras para vosotros que nunca aterrizaron del todo.


"En los meses sombríos centelleaba mi vida
solo cuando hacía el amor contigo. 
En los meses sombríos (...) 
nosotros ordeñábamos e escondidas el cosmos y sobrevivíamos". 

Tomas Tranströmer, El cielo a medio hacer.  
 

PRAY PRAY PRAY PRAY PRAY FOR PILLS



Desde que he vuelto 
me exiges todas las partes
como si no supieras
que es imposible recomponer
los añicos de un jarrón 
que estalla.

Desde que he vuelto
me echas en cara mis aspirinas
pero tú también tienes las tuyas:
el diacepán, ese polvo blanco
que peinas sobre el espejo
en las noches alteradas
o simplemente un viaje
que le devuelve a la vida
el sabor
como una pastilla maggi.

Desde que he vuelto rezo 
por las aspirinas
                           que me has robado.