listas


Hace un año más o menos viví en Marruecos, no demasiado, lo justo, unos meses quizás. Entonces mis preocupaciones consistían en cosas como "miel, dátiles, aceitunas". Entonces tenía suegros y tenía que devolverles las ollas. Hoy se han secado los dátiles y ya no quedan aceitunas. Pero aquellos a los que llamaba "mis suegros" siguen cerca del mar. Seguirá haciendo calor en Essaouira, las cabras seguirán subiéndose a los árboles, las chicas seguirán paseando de la mano, el bar donde tomábamos el té seguirá respirando a la sombra. En ese bar escribimos otra lista, también, y apuntamos las metas, los sueños, un huracán de palabras sobra la página en blanco. "Hacer el amor, aprender a cocinar mejor, comer bien". Acaso he sido miel, aceitunas, dátiles. Acaso hice el amor, aunque no aprendí a cocinar mejor. Y continúo haciendo listas por si acaso alguna acaba saliendo bien.

"He hecho muchas listas en mi vida, 
en ellas ponía lo que quería hacer, 
lo que tenía que hacer
para ser quien creía que debía ser
[...]" 

Jorge Díaz, Cómplices.



6 comentarios:

José María Feliu dijo...

un dia, ya lejano, escribí un poema en una de las paredes de mi casa sobre el canto del muecín desde el minarete, no lo memorizo y ahí se ha quedado. ahí sigue, quizá espera ser rescatado. esa oración, a pesar de mi constitución de laico, es una de las manifestaciones humanas que más me han conmovido y me conmueve recordarlo.

yolandasaenzdetejada dijo...

cuando te leo veo el aire, el olor y el espacio. Es más, te veo... es por eso que me gusta tanto leerte, porque me traslado.
Precioso, profundo... como siempre

Annalisa Marí dijo...

josé maría, ¿verdad que los cantos de los muecines son de lo más escalofriante y conmovedor que se puede oír?

lo echo de menos.

me pregunto cuando volveré a pisar sus tierras...

besos.

José María Feliu dijo...

La mañana amaneció gris y lloviznaba. Desde el amplio ventanal de la habitación en el último piso del hotel Palais Jamaï, la Medina de Fez el-Bali flotaba entre neblinas y humo. Era un dia de principios de diciembre de 1990. Los prolegómenos de la primera Guerra del Golfo habían vaciado el hotel y Marruecos de turistas. Quizá por eso, las fumarolas que se abrían paso desde el somnoliento zoco entre la niebla parecían contagiadas por su quietud. Marruecos en estado puro. El contrapunto a esa paz, lo ponían las palomas grises, con sus vivos tejemanejes en el alero. Ajetreo y gorjeos que espontáneamente mantuvieron un minuto de silencio cuando desde los alminares llegó la oración del moacín. Vestí mi chilaba blanca de lana con capucha. En la recepción, me esperaba mi doble, a decir de todos, mi amigo el fasi Rashid.

José María Feliu dijo...

Muecín, quise decir.

Anónimo dijo...

no olvidar decirle a Anna Lisa que me ha gustado mucho su -listas-

*
abrazo,
G.