des petits morts quotidiens

-¿y por qué no esperas nada de los hombres?- pregunta él mientras mira, medio aburrido, el techo. - mi fe en el budismo me impide tener expectativas de los demás- responde ella, vistiéndose lentamente al borde de la cama -¿y no dice nada sobre tu conducta sexual?- en absoluto. el budismo dice que el sexo es bueno si contribuye al bienestar emocional o mental. en mi caso el sexo contribuye a mejorar mi economía, y por lo tanto, mi estabilidad mental, y en tu caso, sencillamente mejora tu bienestar emocional, ¿no crees?- él piensa unos instantes y sabe que le es imposible mentir. un inevitable suspiro brota de lo más profundo de su subconsciente. – por cierto, ¿te importa darme el dinero ahora? –él rebusca en los bolsillos del pantalón y le da un fajo de billetes. - aquí tienes- dice- de todas maneras, creo que ya va siendo hora de que me vaya.- se viste lentamente. ella enciende un cigarrillo y mira por la ventana del hotel, pensativa-– hank, no quiero que te tomes esto como algo personal, es algo que les pido a todos mis clientes… - dime- interrumpe él secamente. ella se gira y, con sus grandes ojos azules le dice- quiero que me digas algo que no le hayas dicho nunca a nadie.- él se anuda la corbata, se sienta en la cama, se ata los cordones de los zapatos y ella piensa que, una vez más, su pregunta no va a ser respondida. justo cuando está apagando el cigarrillo en el mugriento cenicero del hotel, hank le dice- ¿sabes? tienes un coño muy elegante. – al decir esto, se levanta y va hacia la puerta, cerrándola tras él. ella se sonríe y se tumba en la cama. mientras cuenta uno por uno los billetes, piensa que seguramente es lo más bonito que le han dicho esa semana. o ese año. o en toda su vida, quizás.



***Antoine d'Agata***

el sexo y lo trágico. o el trágico sexo.

hablando con mateo ayer me hace caer en la cuenta de la estrecha relación entre el sexo y lo trágico. el sexo y la muerte como las dos caras de una misma moneda. los franceses, por ejemplo, llaman al orgasmo "le petit mort". ¿serán los gemidos reflejo de los gritos interiores de nuestras almas? me pregunto. releo Algo que contarte, de mi adorado Hanif Kureishi, y leo que los secretos que le interesan al protagonista son "los secretos de por qué el amor es tan difícil, el sexo complicado, la vida un dolor y la muerte tan cercana y no obstante aparcada bien lejos. ¿por qué el dolor y el placer están tan estrechamente unidos? ¿por qué es tan difícil soportar el placer?". el sexo, nuestra moneda de cambio para olvidarnos de que estamos, en realidad, hechos de pedazos de otros, de esos hombres y mujeres que una vez, en cuartos fríos y extraños, fuimos. y olvidamos. de una vez por todas. 




*** Keith Haring***


faldas revoltosas


román piña es el moderador. le rodean tres tipos que, como él, son bloggers. cada uno cuenta cómo llegaron a los blogs, que resulta ser, en su mayoría, de forma casual o inesperada. hablan del cine porno de los 70 y de cómics. también de filosofía. a algunos les pagan. a la mayoría, desgraciadamente, no. félix está grande hoy. su visión de los blogs como álbumes de cromos me gusta. dice, también, que lo que le interesa es provocar. en una décima de segundo entiendo la foto de jiménez los santos de hace un par de semanas... ahora entiendo. román piña nos ve a todos ahí sentados y dice en un atisbo de unión bloggera: -bueno, ahí estáis todos con vuestros trajes y vuestras barbas... -¿y las faldas? - interrumpe alguien con falda. no se les había ocurrido que pudiera haber faldas. las otras dos faldas de la sala ríen por lo bajini y poco a poco las barbas, algo incómodas, se esfuerzan por interrumpir el silencio incómodo que inunda la sala. esdo do



David González, en El Último Jueves de Literanta

No lo conozco, pero todos insiten en que debería hacerlo. Las palabras de admiración hacia su poesía se diluyen en onomatopeyas y sonidos raros por parte de aquellos que, a primera vista, parecen conocer a esa rubia explosiva, la poesía. No lo conozco, me digo, (a David, a la rubia menos) pero siempre hay una primera vez. Como cada Último Jueves, el camino hacia la Plaza Sta. Eulalia está lleno de curváceas gotas de sudor, efluvios carnales de una carrera contrarreloj-propoesía. Llego sedienta, y la sucesión de heineken me sacia las ganas de todo. La autointroducción de David González, estos versos suyos:

Mi perro se parece cada día más a mí. 
Pronto dejará de ser mi mejor amigo. 

No está mal, me digo. A David parece que se le complican los malabares. Entre el cigarro, el micro, y el pesado libro que baila, no hay espacio. Entre un poema y otro no hay espacio tampoco porque se suceden el abuelo que se suicida y que se convierte en tinta (ligero erizarse del vello en la espalda) y los momentos de amor, porque el amor no existe -lo sabemos- y sin embargo este hombre ha querido a todas las mujeres que se ha follado, y ha amado, lo sabemos, y ha pasado por cárceles y ha llorado en sidrerías y se ha colocado en portales oscuros, seguro... Y así nos olvidamos de una hora deliciosa de nuestras vidas, el vello erizado en la espalda y la cerveza que se calienta porque ya no hay cervezas ni pitillos que valgan, estamos pegados a nuestros asientos, hipnotizados por este encantador de las palabras, un hombre que ha vivido -y ha vivido mucho- y cuya mirada vale mil cuatrocientas veintisiete veces y media más que todos aquellos que han estudiado y se han refugiado en sus sectas ,ya lo dijo Jorge, en sus sonetos y en sus leyes...
De nada importa el envoltorio si la mirada que azota las pupilas no estremece las grietas en el cuello. David sí. Aquella noche, todos salimos ganando.